sábado, 28 de junio de 2014

El unicornio nunca vuelve


El mejor homenaje que se le puede hacer a una persona que escribe es leer sus libros. Obvio.

Ana María Matute se nos ha ido esta semana siendo todavía una niña, una niña con el don magnífico de inventar, y a la que, además, daba gusto escuchar cuando la entrevistaban. Se ha ido cuando su cabeza seguía fantásticamente bien amueblada. La letra K nunca estuvo mejor ocupada. 

Nuestra querida académiKa ha sido despedida con la voz de Sprignsteen,  Cliff Edwards, y también la maravillosa y emocionante banda sonora de Cinema Paradiso, (de la que una no puede despegar esos cortes cinematográficos de besos y contactos carnales que a unos parece hacerles tanto daño).

Ha sido una mujer brillante que nunca se desprendió de la infancia. La imaginación y la fantasía fueron sus armas para sobrevivir en este mundo. "De no ser así habría muerto", dijo en una ocasión. Tal es el poder de inventar tus propios mundos. Y ella tenía ese poder.

“Un gin-tonic te da una lucidez bárbara”. Ahí estaba ella, firmando libros con su bebida favorita y una, que estaba encantada de poder charlar unos segundos con ella: la niña, la escritora, la mujer, la soñadora. 


Ana María Matute, siempre gracias.

PARAÍSO INHABITADO,  de Ana María Matute
 (reseña en el portal literario melibro.com el 16 de mayo de 2009)

La infancia debería ser por ley un estado de felicidad plena para todos; sentirse querida, jugar, aprender, descrubrir...Ya habrá tiempo de ver la realidad de la vida tal y como es.
 
Lo peor es sentirse invisible, y eso le ocurre a Adri. Su mundo se divide en dos zonas, una delimitada por un suelo con parquet encerado y la otra, un suelo con baldosa fría y desnuda.
De los seres que habitan el encerado sólo siente la decepción y la cobardía que les invade; promete no llorar frente a ellos ni convertirse, jamás, en lo que a veces odia. 
 Y para que esto no suceda, crea un universo fantástico de silencios y escuchas a escondidas, ires y venires nocturnos, brillos de araña, chupitos que dan calor, aromas a pan con chocolate, medios besos sobre el flequillo y sábanas recién lavadas. Es ahí, con los gigantes que entran por la puerta de servicio, donde encuentra alivio, bienestar y el cariño que necesita, lo demás son posturas forzadas que no le gustan nada.
 
Llena sus ratos de niña con historias y visiones irreales, pero tan claras que no lo parecen, lecturas sobre un fragmento de alfombra colorida junto a su recién encontrada alma gemela. Algunos la hacen sentirse rara e incluso malvada, una razón más para no dejar el mundo que habita con su olor a ropa planchada y de manos ásperas.
 
Pero cuando el dolor y la ausencia brutales irrumpen, de repente, en su vida cuando lo que más desea es aprender a volar, los prejuicios absurdos de los adultos que la rodean la fuerzan a gritar ¡No!, y por primera vez querer ser mala de verdad.
 
¿Cómo dejar tu infancia, si vivir en tu propio cuento puede ser algo tan mágico, mientras que lo que te espera al otro lado no satisface en absoluto tu alma libre y sensible?
 
Eduarda tiene razón: el unicornio nunca vuelve.
 
Impresionante regreso de Doña Ana María Matute, una persona noble y encantadora con un grandioso don para contar. 

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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea