sábado, 11 de julio de 2015

La proliferación de las camisetas, o cómo reivindicar de todo en una T-Shirt


Cuando el clan despertó esa jornada la pintada ya estaba hecha. Una serie de punteados rojizos junto a la impresión en negativo de la palma de una mano joven y fuerte lucían su esplendor sobre la piedra.
Los Supremos del clan de la cueva del Agujero, ahora conocida por Chauvet – Pont d’Arc, habían restringido cualquier exaltación artística que no fuese la impronta de sus presas, el único homenaje que se les ocurría para agradecerles la supervivencia del grupo, así que montaron en cólera y mandaron al rebelde fuera de la cueva y de sus vidas.
Con lo que no contaron es que los más jóvenes ya habían pintado su cuerpo con los mismos motivos, y frente a la entrada de la cueva y en silencio, reivindicaban que si se iba el Greñas, ellos se largaban con él.

Y se quedó, claro, él y sus pinturas.

©  Cueva de Chauvet-Pont d'Arc



Que se tenga constancia esa fue la primera "camiseta" reivindicativa de la historia, la primera vez que sobre cuerpo humano se reclamaba por un hecho concreto. ¡Un exitazo!

A partir de ahí fueron contadas las ocasiones en las que se hizo algo parecido, al menos que se sepa.

Quedó escrito que un mercader de la ruta de la seda conoció de primera mano un suceso ocurrido en la China Imperial. La quinta esposa del emperador Hongwu tiñó su ropa de cama de un rojo intenso, lo dejó secar, y  luego escribió en negro 单身algo así como: “Soy única”.
Y lo fue, su rebeldía la convirtió en la única mujer de la casa con la que nunca más durmió, y para rematar, el emperador aniquiló su atrevimiento tomando tres jóvenes esposas más. Ella enloqueció y murió ahogada comiéndose sus palabras.

El momento álgido de las camisetas en T dura desde las últimas décadas del siglo pasado hasta nuestros días,  donde cada evento, cada desastre natural o humano es inmortalizado sobre tela de algodón. 
Recuerdo en los 80 a una señora en el bus indignadísima diciendo a otra: En mis tiempos, en semana santa no se escuchaba música en la radio ni en ningún otro sitio, la gente no comía carne, y permanecía en silencio todo el rato por respeto a dios nuestro señor, y ahora, hay fiestas en las discotecas y hasta te regalan camisetas.

La uniformidad de seguidores de grupos musicales, clubes deportivos o de sagas cinematográficas son un filón que hoy se explota sin fin. Todo vale, y el pozo no parece tener fondo. Creatividad, humor para sobreponerse a las inclemencias ya sean atmosféricas o políticas. Lo que decía Enric González en historias del calcio (la brillantez de los inventores de pancartas ningún cronista la alcanza) podría ahora extrapolarse al tema que nos ocupa.

No sé qué lleva al ser humano a la continua demostración de pertenencia a un todo, a buscar la unión en la celebración, el no al individuo autónomo (aunque con más frecuencia queremos llevar camisetas que nos representen y que sean únicas, la veda de la camiseta personalizada está abierta, sí señor). Lo mismo da que sea en círculos mínimos, como una peña de amigos que se van de fiesta, la falla a la que perteneces o el gremio que apoyas con el que te sientes identificado. Así lo entendía el Sargento Thomas Highway cuando regresó a la Unidad de Reconocimiento: para ser un pelotón hay que actuar como tal y nada mejor que empezar por las camisetas en los entrenamientos.
“O llevamos la misma camiseta o no llevamos ninguna”

© Warner Bros. Heartbreak Ridge

—Camisetas fuera.
—Hoy llevamos la misma camiseta, mi Sargento.
—¿La misma que la mía?

© Warner Bros. Heartbreak Ridge

Lemas como "Yo sobreviví a…" no pasarán de moda aunque se queden obsoletas por la temática escogida.  No es lo mismo llevar una camiseta con Yo sobreviví al final de Dexter durante la semana siguiente de finalizar el show que hacerlo tres años después. (Nota personal- no sólo sobrevivimos al final sino que lo hicimos a las últimas temporadas nefastas de la serie. DEP para siempre)

Muchas reivindicaciones sobre tela tienen la vida corta, eso es así, aunque para según qué, si ha pasado suficiente tiempo sin que te haya dado por lanzar la prenda a la basura, puede convertirse en oscuro objeto de coleccionista, y otras, como recuerdo amargo de sucesos dolorosos o de cariño porque lo que se pedía se consiguió.

Las indignadas, los orgullosos, las graciosas, los raritos, los diseñadores. Todos con nuestras camisetas decimos lo que queremos sin que nadie nos pida saber. Así que mantén la calma, léelas cuando te las encuentres, y juega a inventar cómo es quien la lleva. Exprésate mientras puedas porque se nos querrá tapar la boca, pero siempre podremos lucir la camiseta que nos de la gana.

Aquí algunos ejemplos cotidianos:




























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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea